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Aviso a toda la población:
El simulacro de paz amor y armonía familiar ha finalizado. Ya pueden guardar los langostinos los turrones y el cava. Pongan verdes a sus parientes en cuanto salgan de su casa y aparquen el buen rollo navideño hasta el año que viene.
A grosso modo esta podría ser la crónica de las navidades en muchos hogares españoles. Desgraciadamente cada día la familia es menos importante en nuestra sociedad. Los valores que representan a la familia son cada vez menos. Nos reunimos por puro compromiso y reímos las gracias del cuñado de turno por no decirle que se calle. ¿Hacia dónde vamos? ¿Acaso ya no hay nada que nos importe, nada que celebrar? No voy a contaros lo que es el espíritu navideño. Solo voy a daros mi opinión personal. El espíritu navideño no es algo que aparece de repente el día 22 de diciembre a la hora del sorteo. Yo creo que es algo que hay que ir abonando todo el año, día a día con las pequeñas o grandes cosas que nos van pasando, de lo contrario todo es puro teatro. No puedes perder el contacto con tus padres, hermanos, tíos o primos y de repente una semana antes de Navidad invitarles a una opípara cena, poner una mesa de lujo y hacer creer a todo el mundo que la maravillosa Navidad ha llegado a tu hogar de la mano de El Corte Inglés. La Navidad debería ser ese tiempo en el que reflexionamos sobre lo que hemos hecho durante todo el año, donde hacemos examen de conciencia y donde no hacen falta grandes fastos para celebrarla.
Desgraciadamente la Navidad al igual que muchas otras fiestas que tienen su origen en la iglesia católica se ha convertido en una celebración pagana; un negocio para comerciantes y poco más. Tal vez deberíamos empezar a recapacitar y poner remedio a este caos que se llama Navidad. Sobra decir que la actual situación no ayuda mucho.
Esto es solo un modo de ver las cosas, seguro que la mayoría de vosotros lo vive de otro modo pero yo este año no he encontrado el dichoso espíritu por ningún sitio a pesar de ello no desespero. Lo seguiré buscando.
El simulacro de paz amor y armonía familiar ha finalizado. Ya pueden guardar los langostinos los turrones y el cava. Pongan verdes a sus parientes en cuanto salgan de su casa y aparquen el buen rollo navideño hasta el año que viene.
A grosso modo esta podría ser la crónica de las navidades en muchos hogares españoles. Desgraciadamente cada día la familia es menos importante en nuestra sociedad. Los valores que representan a la familia son cada vez menos. Nos reunimos por puro compromiso y reímos las gracias del cuñado de turno por no decirle que se calle. ¿Hacia dónde vamos? ¿Acaso ya no hay nada que nos importe, nada que celebrar? No voy a contaros lo que es el espíritu navideño. Solo voy a daros mi opinión personal. El espíritu navideño no es algo que aparece de repente el día 22 de diciembre a la hora del sorteo. Yo creo que es algo que hay que ir abonando todo el año, día a día con las pequeñas o grandes cosas que nos van pasando, de lo contrario todo es puro teatro. No puedes perder el contacto con tus padres, hermanos, tíos o primos y de repente una semana antes de Navidad invitarles a una opípara cena, poner una mesa de lujo y hacer creer a todo el mundo que la maravillosa Navidad ha llegado a tu hogar de la mano de El Corte Inglés. La Navidad debería ser ese tiempo en el que reflexionamos sobre lo que hemos hecho durante todo el año, donde hacemos examen de conciencia y donde no hacen falta grandes fastos para celebrarla.
Desgraciadamente la Navidad al igual que muchas otras fiestas que tienen su origen en la iglesia católica se ha convertido en una celebración pagana; un negocio para comerciantes y poco más. Tal vez deberíamos empezar a recapacitar y poner remedio a este caos que se llama Navidad. Sobra decir que la actual situación no ayuda mucho.
Esto es solo un modo de ver las cosas, seguro que la mayoría de vosotros lo vive de otro modo pero yo este año no he encontrado el dichoso espíritu por ningún sitio a pesar de ello no desespero. Lo seguiré buscando.
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